Ahí hay un gato
que habla al revés.
Hay un delta
al final del camino amarillo.
Podría estar mal de la cabeza.
¡Oh! Mi alma está sentada tras de mí
mirando clasificaciones “D”
Porque también hay una casa
que se esconde del dueño
y el dueño se escuda
con una tarea cotidiana,
con una asamblea de escape.
Esa charla seca es su guarida,
su trinchera.
No me tiembla nada,
es un invento de la televisión.
Tacto torpe,
las manos que no se entibian,
cobertores que no son suficientes.
Abrazos en sueños,
olas y zumbidos que cayendo desde una peña…
en el suelo todo enmudece.
No muero pero siento encogerme.
Ahí hay demonios admirables,
vuelan y cierran puertas platinadas,
súcubos de cara redonda.
Lastiman en cada suspiro
porque no hay ventanas en esta casa.
Entran y en la más sumida perdición,
como perros chillando,
el miedo se presenta: Inmóvil,
parecido a un ángel cruzado de brazos,
me hace entrar
en esa máquina
de engranes hambrientos y ensordecedores.
¡Da la vuelta, da la vuelta!
Este no es el lugar correcto.
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