Sigo armado con naipes
y puedo descifrar tras el cristal
que nadie me lastimará,
que nadie entrará.
Pero aún sigue difusa
la silueta retorcida,
la que desde hace días me persigue.
Como en el principio.
Pero tiene un nuevo rostro,
un nuevo aroma y una nueva sonrisa.
¿Dejar la puerta abierta otra vez?
Cuántos ases bajo la manga
y ahora ninguno para apostar.
Más bien la recompensa
es la que debería arriesgar.
No lo entiendes, no hay nada aquí dentro,
solo dolor y vergüenza.
Y eso te agrada, ¿saboreas cada lágrima?
¡No lloras ni te inmutas, sigues yendo y viniendo!
Pero, a veces, en el espejo: te denudas y revoloteas.
Me crecen alas negras, carmesí.
Esta frase no es mía.
Esta risa no es mía.
¡Vamos, me agrada mi nueva cabellera!
Pero no soy yo de nuevo.
Cada día me moldeas.
Cada día no cumplo conmigo.
“Nómbrame por apellido”.
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