Ayer,
entre odiosos anuarios
empolvados
y manchados
caen
lágrimas sueltas
que
sellan el papel.
Hay
un latido,
que
sus ojos observan
después,
esa hermosa timidez
no
es lo que aparenta.
Suelas
sucias y groserías,
lanzando
cosas al aire.
Un
ánimo de un reencuentro
obstinadamente
resuena en su pecho.
Las
sombras reaparecen:
humanoides
acartonados,
petulantes
obesos
vuelven
a dar órdenes.
Alza
la vista, relaja tu alma,
porque
se abre el cielo en la mañana
del
lluvioso verano.
Tal
cual Dios te obsequió.
Escribes
recuerdos adolescentes
con
una nueva sonrisa.
La
sangre nueva borra heridas
y
te hace amar con verdad.
Deseas
tocar sus labios
pero
han muerto todas las corrientes
y
se han secado los sonoros riachuelos.
Ahora
no parece haber vuelta atrás.
¿O sí?
¿O sí?
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